domingo, 27 de enero de 2013

Las libertades, los miedos, el encono (a propósito del episodio Darín)


Por Edgardo Mocca
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-212685-2013-01-27.html

Es curioso que el punto más alto de la discusión política en este primer mes del año haya estado vinculado a las declaraciones de un actor, Ricardo Darín, y la respuesta de la Presidenta a esos dichos. La cuestión bien podría ser atribuida a un acuerdo tácito de la política argentina en que la primera etapa de la campaña electoral de este año se desarrolle en las playas y otros lugares de veraneo y que su tono y contenido sean respetuosos de la necesidad de descanso y distensión propia de esta época del año.


La puesta en escena del “caso Darín” por parte del elenco estable del establish-ment mediático tuvo un centro discursivo principal y casi excluyente: se estableció que la carta de Cristina a Darín provocaba miedo y encono social. “Todos podemos ser atacados”, “quieren sembrar el odio y el enfrentamiento entre los argentinos” fueron las consignas, a veces explícitas, a veces sobreentendidas, que recorrieron diarios, radios, pantallas televisivas y redes sociales. La fórmula en la que se apoya el enunciado del miedo es bastante fácil de decodificar y alude al fantasma del “Estado” utilizando su fuerza material y simbólica para clausurar el debate público. Se trata del tema liberal del derecho de los individuos frente al Estado, o “contra” el Estado. Se presupone que quien tiene el poder político dispone de un amplio arsenal de recursos que lo ubican en un sitio asimétrico a la hora del debate público y que la lógica democrática aconseja una especial prudencia en el uso de esos recursos. En auxilio del justo argumento liberal-democrático suele aparecer el recuerdo de los años del terrorismo de Estado como señalamiento del extremo al que pueden llegar los atropellos de las autoridades contra las personas. Claro que la liviandad e irresponsabilidad de la comparación aconseja decir rápidamente que se trata de un redondo disparate, pero queda en pie el diseño básico básico del guión: protejámosnos del Estado (“especialmente si es gobernado por quienes ahora lo gobiernan”, es el agregado implícito).


La afirmación de que la defensa de los derechos individuales es uno de los pilares fundamentales de un estado de derecho y que debe ser protegida de los abusos del Estado no puede, en un discurso democrático, más que ser aceptada enfáticamente. Pero es muy distinto afirmar que “la perspectiva individual de los derechos es la única válida”. Si así fuera, no sólo el Estado sino ninguna institución tendría fundamento alguno. Hay una perspectiva social de los derechos que habilita la discusión pública alrededor del “bien común”, entendido como un objeto dinámico y contradictorio y cuya presuposición es un mito inalienable de los regímenes democráticos. Por eso la relación entre el Estado y las personas individuales está mediada por una complejísima trama de grupos e instituciones sociales y en esa trama se desarrollan relaciones de poder de las que ningún poder estatal es absolutamente independiente. Más concretamente en nuestra época, los reducidos núcleos del poder económico y particularmente financiero tienden a constituir núcleos decisorios y redes de influencia tanto y más poderosos que los del propio Estado. A lo que hay que sumar el hecho evidente que esos poderes no se construyen sobre la base de la voluntad de los ciudadanos sino en el exterior de todo debate político. No hace falta subrayar aquí los niveles grotescos de sumisión del poder político al poder económico en los años que van desde 1989 a 2003.


Volvamos a las declaraciones de Darín, o más precisamente al festival de pirotecnia mediática que se desató a propósito de ellas. Salta a la vista que el problema no fue, para decirlo de algún modo, “lo que dijo Darín” sino que “fue Darín quien lo dijo”. Entre nosotros, las figuras famosas suelen usar y abusar de un guiño de aparente modestia cada vez que hablan de asuntos públicos: “soy solamente un actor”, “soy solamente un deportista” parecen decir. En realidad, en la Argentina de hoy la no pertenencia a la “clase política” es más bien un suplemento de credibilidad para quien habla de asuntos públicos. Es muy evidente que ha habido una considerable cantidad de personas –en absoluta mayoría, políticos y periodistas– que han hecho insinuaciones iguales o parecidas a las del actor, sin que sus dichos merecieran réplica presidencial alguna. Curiosamente, surge de esta afirmación que los periodistas han perdido, en términos genéricos, el aura de exterioridad a la política que los incluía en ese plus de confianza social; están razonablemente incluidos en el cruce de espadas político. En realidad, Darín perdió el control de sus palabras. No en el sentido de que no quiso decir lo que dijo, sino en el sentido de que sus frases alcanzaron un vuelo independiente de su significado inicial, llevadas en las alas de los medios de comunicación. Sus declaraciones en los días posteriores parecen indicar que percibe quiénes y con qué intención lo mandaron al frente del combate. Las palabras de cualquier conversación trivial e intrascendente, sobre todo si sus interlocutores son gente famosa, pueden, puestas en títulos insinuantes y comentarios incendiarios, convertirse en un gran tema de discusión y en un arma de la lucha política; tal el “caso Darín”.


El tema, como ya dijimos, es el miedo. No hay nada más inasible y más inexplicable que el miedo. Es por eso que su agitación cubre de sospecha el argumento político en el que se incluye. ¿Miedo a qué? El ciudadano común se ve manipulado a pensar en sus propios miedos públicos: miedo a la violencia del Estado, miedo por su familia, su propiedad y su vida. Pero resulta que nada de eso estuvo involucrado en el caso: todo lo que hizo la Presidenta fue enviarle una carta de respuesta de carácter afectuoso y crítico; la alusión al conflicto judicial del actor no fue oportuna pero sólo de modo retorcido puede ser interpretada como intimidación. Un actor principal de la escena argentina pone en duda el patrimonio presidencial, la Presidenta le responde, el actor hace aclaraciones que corrigen el sentido en que sus dichos fueron editados e interpretados: nada que no sea parte de las posibilidades escénicas de una democracia. El verdadero miedo que parece motivar a los grupos económicos mediáticos es, justamente, el “miedo” a la respuesta pública. No es exactamente miedo pero se le parece. Es la sensación de pérdida de una centralidad excluyente que les permitía ponerle nombres y adjetivos a la realidad política. Con mucha inteligencia y apoyados en la victoria contundente del neoliberalismo, tradujeron las libertades individuales en términos de soportes de sus propios privilegios. En la supuesta línea liberal-democrática de proteger a las personas de los abusos del poder, naturalizaron el vaciamiento de la política. Se apropiaron del centro de la vida política y lo utilizaron para universalizar la interpretación necesaria a sus intereses. Hoy se les responde. Claro que la respuesta no es solamente verbal y suele expresarse a través de políticas públicas que afectan el corazón de ese poder. Esa es la tensión que con gran inteligencia traducen como “miedo” de las personas a los abusos estatales.


La otra dimensión agitada por el caso es la de los enconos entre los argentinos. La política separa a los amigos y hasta a las familias, se declama, sin dejar lugar a las dudas sobre quién es el que promueve la división. Así planteada la cuestión sobrevuela una duda a tanta apelación a la concordia cuando no directamente a la fórmula nostálgico-clerical de la “reconciliación” entre los argentinos. ¿Cómo se va a hacer para incluir en esa hora del consenso y del diálogo a las personas que apoyan muchas de las políticas que han sido objetos centrales del conflicto? Y no es pequeño detalle el hecho de que esas personas –hasta que se demuestre lo contrario– constituyen la mayoría de nuestra sociedad. Tal vez el problema pueda ser pensado de otra manera si la intención verdadera apunta en la dirección de una atenuación de la polarización política. Es posible pensar que el proceso político kirchnerista abrió, o más precisamente reabrió, una agenda política marcadamente distante a las de las dos décadas anteriores. Se podría admitir, por ejemplo, que la recuperación de la renta de nuestros recursos naturales, la intervención reguladora del Estado en el mercado, las políticas de redistribución social de los recursos y la recuperación de nuestra soberanía, son temas que merecen un lugar en el debate público y no su rotunda condena como “autoritarismo”, “demagogia social” o “nacionalismo trasnochado”.


Se sugiere aquí que del conflicto no solamente se puede volver hacia atrás, hacia los consensos que nos hicieron un país “reconciliado” que estuvo a punto de volar por los aires. Se puede también salir hacia adelante, incorporando la experiencia de estos diez años para mejorarla y enriquecerla. Ahora la cuestión no es asustarse ni asustar a los otros con los conflictos. Ahora la cuestión es comprender profundamente que esos conflictos nos atañen, tienen que ver con la calidad de nuestra vida. Y, antes que nada, evitar que el encono por el adversario debilite a la comunidad política en su conjunto.


La carta completa de Cristina a Darín

El texto, muy extenso, fue publicado en el Facebook de la Presidenta.
http://tn.com.ar/politica/la-carta-completa-de-cristina-a-darin_297884



El Calafate, 5 de enero de 2013
Estimado Ricardo Darín
De mi consideración,
Quiero en primer término felicitarlo una vez más por su trayectoria artística y por haber dado al cine argentino memorables actuaciones. Entre otras, El Secreto de sus Ojos y un Cuento Chino me parecen interpretaciones, sobre todo esta última, que no sólo evidencian su enorme talento sino que han logrado premios y reconocimiento internacional a nuestro cine.
¿No sé si sabe que soy una cinéfila total?
Pero bueno, como usted imaginará no le envío la presente sólo para comentarle la cartelera cinematográfica. Si. Acertó. He querido escribirle luego de leer en varios periódicos del día de hoy sus inquietudes e interrogantes: “Declaraciones sobre política del protagonista de la Luz de tus Ojos. Darín: Que alguien me explique el crecimiento patrimonial de los Kirchner”, titula hoy Clarín en página 24. Se ve que quien escribe la columna, que por otra parte no tiene firma, no ha visto sus películas, no por lo menos la que yo considero una de las más lindas, porque confunde el título. Vió. Nada que ver.
No quiero apartarme de una de las cuestiones centrales de sus preocupaciones: “Que alguien me explique el crecimiento patrimonial de los Kirchner”.
Es obvio que, por razones de público, notorio y doloroso conocimiento, - esto último por lo menos para algunos argentinos -, la única que le puede responder soy yo, Cristina. Y es precisamente una de las razones que más me movilizaron y decidieron a hacerlo. Es tan difícil que alguien que no está pueda defenderse que usted entenderá los motivos por los que le escribo.
Ricardo, permítame llamarlo por su nombre de pila como usted lo hace conmigo en su entrevista en la revista Brando, porque es más amigable y aleja toda posibilidad de pelea y confrontación que tanto parecen afectarlo. No quiero imaginar cómo se sentiría usted si alguien llevara carteles escritos por la calle insultándolo, deseando su muerte o festejando la de su compañero de toda la vida como me ocurre a mi en algunas manifestaciones opositoras. ¿Nunca vió alguna? Seguro que sus múltiples ocupaciones y compromisos propios de un artista exitoso le restan tiempo para una observación más completa de la realidad, pero no se preocupe, tampoco es culpa suya, seguramente los medios que usted lee no publican esa información.
Pero sigamos con el tema del crecimiento patrimonial. Quiero decirle que no ha habido funcionarios públicos, sean políticos, gobernadores, legisladores, intendentes, jueces o jefes de gobierno más denunciados penalmente e investigados por la justicia argentina en materia de enriquecimiento, que quien fuera mi esposo y compañero de toda la vida, y quien le escribe. No sólo se investigó a fondo sino que también se designó al cuerpo de peritos de la Corte Suprema de la Nación para que realizara pericias contables, que duraron meses, y concluyeron que no se había cometido ningún acto ilícito, lo que obligó al juez a desestimar las denuncias.
Nunca en toda la historia política de la Argentina se ha podido acceder a las Declaraciones Juradas de un funcionario público con mayor facilidad, frecuencia y publicidad que a las de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Ríos de tinta, fotografías, y todo lo que uno pueda imaginar en torno a una Declaración Jurada. Lo desafío a que intente encontrar lo mismo de algún funcionario público opositor ma non troppo, juez, gobernador, legislador o intendente.
Mire Ricardo, sin ir más lejos hoy otro diario, La Nación, propietario de la revista Brando donde usted formuló las declaraciones que llamaron mi atención, publica en su página 16 un reportaje al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. No sólo me enteré de que mantiene sus ahorros en dólares (está en todo su derecho a hacerlo) sino que cuando el periodista le preguntó por el monto de sus divisas, se rehusó a contestar y declaró que el monto figura en su Declaración Jurada, que es pública. En un apartado de la nota los periodistas se se muestran luego sorprendidos porque además, cuando pretendieron acceder a la información, no se les permitió hacerlo.
Nadie parece preocuparse por ninguna otra Declaración Jurada que no sea la de “Los Kirchner” (sic). Sólo se conocen fotos de las casas en que vivíamos nosotros, y ahora habito solamente con mi hija. ¿Se publican fotos de las casas de gobernadores, jueces, altos magistrados, intendentes, concejales, legisladores actuales o de mandato cumplido? Sin embargo todo el país conoce mi casa, la de Rio Gallegos, y a pesar de que a pocas cuadras y en el mismo barrio viven dos legisladores de la oposición en casas mucho más importantes que la mía, nunca se vió una foto. ¿No le parece raro, Ricardo? Ni hablar de mi casa de El Calafate. Vió que los medios nunca van al Delta, Punta del Este, Miami. ¿Es extraño verdad?
Siempre me pregunto por qué siguen también la vida de mis hijos, dónde van, con quién, y nadie parece preocuparse de la vida rumbosa que esposas, hijos, hijas y otras yerbas de otros políticos llevan adelante en fiestas y viajes permanentes que parecen no tener fin. ¿No le llama la atención? Me parece que las personas con tantas inquietudes e interrogantes deberían observar estas cosas. Pero sabe qué, después de todo, el haber sido y seguir siendo los únicos funcionarios públicos observados y fotografiados con tanta tenacidad, nos ha permitido demostrar que vivir en un país donde el único político investigado es el Presidente (o la Presidenta, como me gusta decir a mi), significa que vivimos con la más absoluta libertad. Eso sí, con la información más retaceada sobre otros funcionarios.
Sería bueno, sano y transparente para el sistema democrático si todas las Declaraciones Juradas de gobernadores, intendentes, jueces, magistrados, ministros de la corte, estuvieran a disposición de toda la sociedad, publicadas, analizadas y publicitadas como siempre lo son las de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Usted quería que alguien le explicara. Ya se lo hemos explicado a la Justicia y a peritos de la Corte. Descarto, Ricardo, que usted confía en la Justicia. Usted mismo fue acusado y detenido por un juez en marzo de 1991, por el delito de contrabando de una camioneta que ingresó al país con una franquicia especial para discapacitados. Perdón, no le deseo el mal a nadie, pero menos mal que no estábamos “Los Kirchner” en el gobierno, o hubiera sido considerado una persecución política. ¿Lo recuerda? La verdad yo lo había olvidado, con tantas cosas en la cabeza, pero hoy entré a clarín.com y leí la nota “Un fallo benefició a Darín”, algunos de cuyos párrafos le transcribo:
Los jueces de la Sala A de la Cámara, Nicanor Repetto y Edmundo Gendler, consideraron que por el paso del tiempo la acusación contra el actor está prescripta. Pero se preocuparon por aclarar que el actor sabía que estaba comprando la camioneta en forma irregular.
"Debe descartarse bajo todo punto de vista la buena fe de la compra", apuntaron los jueces. Y advirtieron que el actor "tuvo una actitud claramente responsable".
Lo que leí y me llamó la atención en la entrevista de Brando, es su convocatoria a una reconciliación. Y disculpe si le digo que soy yo la que me gustaría que explicara que significa para usted “reconciliación” (no se sienta presionado o intimidado, si prefiere no hacerlo está en todo su derecho). Porque no vivimos en un país niño, como ha dicho usted y es el título de la nota de la revista Brando, sino en un país democrático donde cada uno es libre de decir lo que se le de la gana, y le aclaro que me encanta vivir así y no como lo hicimos durante los años de la dictadura. Por eso, ¿Cómo llamaría usted a un país donde nadie hablaba excepto las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo? Si este es un país niño, ¿aquel qué sería, un país in vitro?
Sigamos con el tema de la reconciliación. Me interesa saber a que qué se refiere. ¿A los juicios de lesa humanidad? Porque ha habido alguna jerarquía eclesiástica que se ha referido a terminar con los juicios por la memoria, verdad y justicia utilizando justamente el término “reconciliación”. O tal vez usted se refiera a que me reconcilie con quienes me desean la muerte, festejan la de Néstor o les gustaría destituirme. ¿No sería mejor pedir que cesen los insultos, las agresiones, los golpes a periodistas o la falta de respeto a la voluntad popular?
La palabra “reconciliación” goza de múltiples acepciones. ¿Con quiénes deberíamos reconciliarnos? Porque créame, no estoy peleada con nadie, aunque sí es público y claro que existen diferencias de pensamiento con respecto a nuestro proyecto de país, políticas públicas, la memoria, verdad y justicia... y eso es vivir en un país democrático. No ponerse de acuerdo también es un derecho, como lo es resolver de acuerdo a la voluntad y responsabilidad que el voto popular le ha asignado a cada uno, sin la menor soberbia, simplemente con la responsabilidad que me otorga la Constitución Nacional.
Usted define que el problema de nuestro país es la falta de “tolerancia”. Hubo un tiempo en que yo usaba esa palabra, sin embargo me di cuenta de que la significación de tolerar, era algo así como que te aguanto porque no me queda otro remedio, entonces decidí cambiarla por “aceptación”. Aceptar al otro, al diferente, al que piensa y actúa diferente. Piénselo, es más positivo que tolerar.
¿Recuerda usted algún otro momento del país con tanta libertad, libertad de palabra, de pensamiento y de acción?¿Recuerda usted que se haya tratado a un Presidente de la Nación como se me trata a mi desde medios, dirigencia opositora, etc.? No crea que me molesta, yo he vivido cuando era joven otro país que era el que cantaba Charly cuando decía “Los que están en los diarios pueden desaparecer, los que están en la radio pueden desaparecer, los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”. Afortunadamente ya no estamos en esa etapa del país, aunque algunos dinosaurios resisten, atacan, impiden y algunas cosas peores. Estoy segura de que a usted los dinosaurios tampoco le gustan.
No lo distraigo más. Usted se preguntará y esta mujer, con todo lo que tiene que hacer, se ocupa de escribirme... Y debo reconocer que soy un poco cholula y usted es uno de mis actores preferidos. Hoy es sábado 5 de enero, víspera de Reyes, estoy en El Calafate, leí los diarios y me pregunté, por qué no explicarle a Ricardo Darín, algo que lo tiene tan preocupado.
Con todo mi respeto y admiración.
Cristina Fernández de Kirchner
Presidenta de la Nación Argentina
P.D.: Podría haberle contado también como se encontraba nuestro país en mayo de 2003 cuando Néstor Kirchner asumió con apenas el 22% de los votos, pero como nunca lo había escuchado hacer declaraciones políticas antes, en su extensa y exitosa trayectoria, supongo que debía estar más de acuerdo con el otro país que con este. No lo tome como reproche, está en todo su derecho. Ah! Me dijeron que su nueva película, un thriller (le aclaro que me encantan), es muy buena y desde ya me atrevo a recomendarla. Atentamente y con la misma consideración de siempre.

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